¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?




Al ser humano se le dice qué es lo que debe de hacer desde sus primeros momentos de existencia; cómo es que debe vivir: nace, es feliz por un par de años, crece lo suficiente como para iniciar su educación y comienza la odisea.

Entra al jardín de niños, aprende a colorear y recortar.
Entra a la primaria, aprende a leer y a escribir, a sumar y restar.
Entra a la secundaria y ahora tiene que escribir y leer palabras que ni siquiera entiende, las sumas y las restas se vuelven más complicadas, a ellas se le añaden las multiplicaciones y divisiones... ¡con lo mucho que le gustan las matemáticas!
Finalmente entra a la preparatoria y piensa que ya le falta muy poco, que ya sabe cómo funciona todo, que ya es un experto.
Llega a la universidad solo para darse cuenta de que vivía en una gran mentira, aún le falta mucho para poder ser libre de la escuela, de hecho, comienza a dudar de siquiera haber aprendido algo en los últimos diez años.
Llega el día de su graduación, no sabe ni cómo le hizo, pero lo hizo, lo logró, finalmente libre... según él.

Sale al mundo real y ahora tiene que buscar un empleo, no encuentra, en todos le piden experiencia laboral que no tiene porque nadie quiere contratarlo. Finalmente encuentra uno donde no pagan lo suficiente, pero es mejor que nada. Se queda en el mismo trabajo, mismo puesto y mismo horario cinco o diez años más, canjeando su tiempo, salud y felicidad por unas cuantas monedas.

Sigue trabajando, ahora tiene dos empleos porque tiene una familia que mantener. Trabaja y trabaja, diez, veinte, treinta años, lastimándose la espalda, la vista y los nervios. Trabaja hasta que un día enferma lo suficientemente grave como para parar. Muere sin haber podido disfrutar del dinero por el que tanto trabajó, sin disfrutar de su familia, de la naturaleza, de las cosas que realmente valían la pena y que no eran materiales… y lo peor: murió sin haber sido libre.


El ser humano, más específicamente el hombre occidental, forma parte del sistema socioeconómico capitalista, éste tiene como objetivo principal la acumulación de riquezas y el consumo de bienes y servicios. Gracias a este sistema, la vida de los individuos orbita alrededor de lo económico, del consumismo y principalmente del medio por el cual obtendrá el dinero para consumir: el trabajo. Debido a estos principios, el individuo termina creyendo firmemente que el dinero y las posesiones lo harán una persona más feliz y mejor que el resto, preocupándose más por el tener que por el ser, como consecuencia.

Así pues, dedica la mayor parte de su vida a laborar para subsistir y cubrir sus necesidades, sin embargo, el problema radica en que no conforme con lo que posee se empecina en adquirir más, en su mayoría cosas que muy probablemente no necesite. Por ende, trabaja más horas, días, semanas y meses, creyendo que el dedicar más tiempo al trabajo tendrá como consecuencia un mayor beneficio, lo cual está comprobado ser falso: el exceso de trabajo conduce a resultados más pobres, después de 8 horas al día dedicadas a una actividad, la mente comienza a divagar y dispersarse. Con el tiempo, la carga excesiva de trabajo se ve reflejada en una depresión, ansiedad y estrés patológicos, entre otras enfermedades. El trabajo pasa de ser una vocación a una especie de esclavitud, convirtiendo al hombre en un autómata cuya energía es el dinero.


Según un estudio realizado por los investigadores Bannai y Tamakoshi, el exceso de trabajo está profundamente relacionado con enfermedades como problemas del sueño, coronarias, alcoholismo, diabetes tipo dos y el síndrome de burnout. Otro estudio, basado en una encuesta realizada por Healthy Companies International a más de 500 trabajadores donde se les preguntaba cómo afectaba su trabajo a su habilidad para disfrutar la vida arrojó unos resultados estremecedores: sólo el 26% de los empleados encuentra felicidad y realización en su trabajo, mientras que la mayoría, esto es, el 60%, ve su trabajo únicamente como una forma de recibir ingresos y de esta forma poder satisfacer sus necesidades, el 11% restante se quejó de que su trabajo les robaba toda su energía y felicidad.

Esto no fue escrito con el afán de persuadir a quien lo escuche a volverse en contra del sistema, a que deje su trabajo o a que vaya corriendo a una isla desierta para escapar del consumismo; sino que fue ideado como una concientización acerca de lo que provoca el exceso de trabajo y la ambición. Desafortunadamente la gente suele darse cuenta de esto demasiado tarde, cuando ya han enfermado, cuando han perdido momentos valiosos de su vida y la vida de otros, un día se dan cuenta que han pasado la mayor parte de su vida enfocándose en cosas que realmente no valían la pena y ya no hay vuelta atrás.

Ni trabajar para vivir, ni vivir para trabajar son la respuesta correcta. Más bien se debería trabajar para vivir bien, es decir, elegir un trabajo en el cual se refleje la vocación o la actividad que mayor satisfacción le brinde a cada individuo, utilizando las ganancias para satisfacer necesidades y ciertos caprichos. Respecto al consumo, la respuesta no está en ser conformista y quedarse solo con tres posesiones, todo individuo consume en mayor o menor medida, la idea es no caer en el consumo excesivo, éste promete una felicidad que nunca llega, una vez que se obtiene lo deseado se busca algo nuevo que llene el vacío y así sucesivamente.

Finalmente concluyo con una pregunta para reflexionar: ¿Acaso estamos demasiado ocupados buscando la felicidad en los lugares equivocados?











Comentarios

  1. Tienes razón, ni una ni otra ecuación es la adecuada. El secreto está en el equilibrio. Gracias por compartir tu reflexión... ¡El collage está increíble! ¿Tiene título?

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    1. GRACIAS por leerme en cada nivel y multinivel posible ! Gracias por tanto AMOR <3
      El collage aún no es bautizado :)

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  2. Brillante, Guada. Me encantó cómo reflexionaste, cómo te documentaste para apoyar los argumentos y cómo invitas al lector a ser parte de tus pensamientos. Un abrazo

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